EPISTEMOLOGÍA: MARCO HISTÓRICO-FILOSÓFICO
(Parte I)
José Guerra T. y Otros.
La
dedicación cada vez más intensa que en la actualidad se le da a la ciencia y la diversidad y especialización crecientes de las disciplinas científicas, ha
permitido tener un conocimiento cada vez más profundo del mundo que, aparte de
la satisfacción intelectual que ello supone, también permite un aprovechamiento
práctico de indudable importancia para la vida y la felicidad humana. Los
avances en medicina, agricultura, prevención de catástrofes, medios de
comunicación, etc, son una referencia cotidiana de cómo una investigación más o
menos orientada, más o menos condicionada, produce beneficios para la
humanidad. Al margen de estos riesgos, demasiado presentes para ser obviados,
se puede convenir que la ciencia investiga el mundo por el afán de
conocimiento, por la necesidad de satisfacer la curiosidad que suscita lo que
rodea al ser humano, lo que no ve, pero
intuye, y con el objeto de sacar provecho práctico para la vida de la especie y
el entorno.
Desde un punto de vista filosófico, y en un nivel que nada tiene que ver con la divulgación o el periodismo científico, la actividad científica misma y sus productos plantean un número considerable de interrogantes que no interesan primariamente al hombre de ciencia, porque no son preguntas propias de la ciencia real sino de lo que se conoce con el nombre de metaciencia, a saber: las cuestiones que conciernen la definición y clasificación de los conceptos científicos; el problema de los términos teóricos de la ciencia; la naturaleza de las leyes científicas; la estructura lógica, evolución y sustitución de las teorías científicas; la contrastación empírica de las hipótesis y teorías; la lógica de la inferencia científica; la explicación científica; el progreso científico; la fundamentación del conocimiento; el sentido y la referencia de los términos de la ciencia; la verdad, etc.
Desde un punto de vista filosófico, y en un nivel que nada tiene que ver con la divulgación o el periodismo científico, la actividad científica misma y sus productos plantean un número considerable de interrogantes que no interesan primariamente al hombre de ciencia, porque no son preguntas propias de la ciencia real sino de lo que se conoce con el nombre de metaciencia, a saber: las cuestiones que conciernen la definición y clasificación de los conceptos científicos; el problema de los términos teóricos de la ciencia; la naturaleza de las leyes científicas; la estructura lógica, evolución y sustitución de las teorías científicas; la contrastación empírica de las hipótesis y teorías; la lógica de la inferencia científica; la explicación científica; el progreso científico; la fundamentación del conocimiento; el sentido y la referencia de los términos de la ciencia; la verdad, etc.
Estas
cuestiones y muchas más, que son las que interesan al filósofo o teórico de la
ciencia, constituyen las preguntas de carácter metodológico, lógico, y
semántico que agotan el objeto de una disciplina que ha venido ganando trascendencia para la
comprensión de los diferentes elementos, componentes y procesos que se
encuentran implícitos en la estructura del conocimiento científico: La Epistemología, que
Rivadulla (2005) cataloga como “una disciplina de rango metacientífico:
mientras la ciencia investiga el mundo, la
Epistemología analiza la ciencia misma” (p. 11).
Desde la
perspectiva de esta definición, se puede afirmar que la Epistemología
constituye la Filosofía
de la Ciencia,
puesto que implica la reflexión y el análisis del conocimiento científico,
considerando los diferentes elementos y procesos que se encuentran implícitos y
desarrollados en dicho conocimiento. Este planteamiento es reforzado por lo que
señalan Byron, Browne y Porter (2000) cuando afirman que la Epistemología “es la
teoría filosófica que trata de explicar la naturaleza, variedades, objeto y
límites del conocimiento científico” (citados por Bernal, 2006).
Igualmente,
se verifica lo expuesto con la definición que expresa Lenk (2000), cuando cataloga a la Epistemología como
“una disciplina filosófica básica que investiga los métodos de formación y
aplicación, de corroboración y evaluación de las teorías y conceptos
científicos y, a su vez, intenta fundamentarlos y evaluarlos” (Ibídem).
Cada uno
de las definiciones anteriormente expuestas viene a ser la expresión de lo que constituye
en la actualidad la Epistemología
y refleja el resultado de un proceso histórico-filosófico que debe ser
debidamente reflexionado y analizado, a los fines de entender la trascendencia
e importancia que tiene este concepto para todo lo que tiene que ver con el
quehacer científico, sus métodos, técnicas, instrumentos y sistemas de análisis
e inferencias, entre otros.
Con relación a lo señalado, es necesario entender que la Epistemología como
teoría o filosofía analítica de la ciencia representa la expresión actual de un
proceso de desarrollo histórico del conocimiento y del conocimiento científico
en particular desde sus orígenes, hasta la actualidad. Esta comprensión permite
profundizar en los cambios que se han generado en los estilos de producir
ciencia, desde una visión simplista-empirista y unidimensional hasta lo que en
la actualidad de conoce como pensamiento complejo.
Una de
las primeras manifestaciones a partir de la cual se puede abordar el concepto de
Epistemología desde una perspectiva histórico-filosófica se encuentra
representada, en primer lugar, en los sofistas griegos del
siglo V Antes de Cristo, quienes cuestionaron la posibilidad de que hubiera un
conocimiento fiable y objetivo. En ese sentido, uno de sus principales
representantes, Gorgias, afirmó que “nada
puede existir en realidad, que si algo existe no se puede conocer, y que si su
conocimiento fuera posible, no se podría comunicar” (citado por Gutiérrez,
2001, p. 17). Otro sofista importante, Protágoras, mantuvo que ninguna opinión
de una persona es más correcta que la de otra, porque cada individuo es el
único juez de su propia experiencia (Ibídem).
Platón, desde la perspectiva del idealismo intentó
contestar a los sofistas dando por sentado la existencia de un mundo de formas o ideas, invariables e
invisibles, sobre las que es posible adquirir un conocimiento exacto y certero.
Mantenía que las cosas que se ven y palpan “son copias imperfectas de las formas puras
estudiadas en matemáticas y filosofía” (Op. Cit., p. 19). Por consiguiente, de
acuerdo a este planteamiento sólo el razonamiento abstracto de esas disciplinas
proporciona un conocimiento verdadero, mientras que la percepción facilita opiniones
vagas e inconsistentes. En esta visión se señala una concepción en la cual la contemplación filosófica del mundo oculto de las ideas
es el fin más elevado de la existencia humana.
Por otra parte, Aristóteles aun cuando siguió a Platón al
considerar el conocimiento abstracto superior a cualquier otro, discrepó de su
juicio en cuanto al método apropiado para alcanzarlo. Aristóteles mantenía que
casi todo el conocimiento se deriva de la experiencia. El conocimiento se
adquiere ya sea por vía directa, con la abstracción de los rasgos que definen a
una especie, o de forma indirecta, deduciendo nuevos datos de aquellos ya
sabidos, de acuerdo con las reglas de la lógica. La observación cuidadosa y la
adhesión estricta a las reglas de la lógica, que por primera vez fueron expuestas
de forma sistemática por Aristóteles, ayudarían a superar las trampas teóricas
que los sofistas habían expuesto. Las escuelas estoica y epicúrea coincidieron
con Aristóteles en que el conocimiento nace de la percepción pero, al contrario
que Aristóteles y Platón, mantenían que la filosofía había de ser considerada
como una guía práctica para la vida y no como un fin en sí misma.
Después de varios siglos de declive del interés por el
conocimiento racional y científico, el Escolasticismo, representado en Tomás de
Aquino y otros filósofos de la edad media ayudaron a devolver la confianza en
la razón y la experiencia, combinando los métodos racionales y la fe en un
sistema unificado de creencias. Tomás de Aquino coincidió con Aristóteles en
considerar la percepción como el punto de partida y la lógica como “el
procedimiento intelectual para llegar a un conocimiento fiable de la
naturaleza, pero estimó que la fe en la autoridad bíblica era la principal
fuente de la creencia religiosa” (Op. Cit., p. 29).
Entre la edad antigua y la edad media se evidencia un
inicio y desarrollo de la epistemología en forma incipiente, reduciéndose su
evolución a la polémica entre la concepción idealista del conocimiento
propuesta en primera instancia por Platón y la concepción materialista señalada
por Aristóteles en la edad antigua, aspecto que es confirmado en la filosofía
escolástica de Tomas de Aquino, con el componente de la fe religiosa como
aspecto distintivo.
En la edad moderna, desde el siglo XVII hasta finales del
siglo XIX la cuestión principal en Epistemología consistió en contrastar la
razón contra el sentido de percepción como medio para adquirir el conocimiento;
es decir, que se mantenía la dicotomía idealismo y materialismo, esta vez bajo
las figuras del racionalismo y el empirismo, como dos modalidades de expresión de
las formas y estructuras del conocimiento que se proponen a lo largo del proceso evolutivo de la Epistemología como
disciplina analítica de la ciencia. Para los racionalistas, entre los más destacados el francés
René Descartes, el holandés Baruch Spinoza y el alemán Gottfried Wilhelm
Leibniz, la principal fuente y prueba final del conocimiento era el
razonamiento deductivo basado en principios evidentes o axiomas. Para los empiristas, empezando por los filósofos
ingleses Francis Bacon y John Locke, la fuente principal y prueba última del
conocimiento era la percepción .
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